jueves, 18 de septiembre de 2008

¿Siente de modo recurrente carencia de energía?

Suba a Machu Picchu.

Posología:
Entre a las 6 de la mañana, cuando se abren las puertas.
Vaya directo a Huayna Picchu, ese cerro que se ve al fondo de todas las fotos.
Coja aire y súbalo, no dejan de ser una especie de escaleras empinadas.
Cuando llegue al primer tramo de tierra en llano, admírese por primera vez.
Suba un poco más, todavía no ha llegado a lo más alto, vuélvase a admirar.
Intente retener el momento y, por último, vuélvase a admirar.

Sí, es cierto, la "ciudad perdida" de los incas* es, cuanto menos, admirable. Pero, más allá de sus casas, palacios o plazas, apuntaría al acierto en su ubicación. En este punto, hasta los localizadores bollywoodienses me darían la razón. ¿Qué no? Quédense con este nombre: "Robot", en sus pantallas en unos dos años.

Después de la subida al Huayna, el descenso y la inyección adrenalínica nos disponemos a recorrer bajo sus efectos lo que también podría haber sido una "ciudad de vacaciones". Y además de japoneses, americanos, españoles, estudiantes peruanos (no está mal que tus excursiones del colegio sean de este calibre, y nosotros felices con las visitas a la fábrica de chocolates Torras). Además de lagartijas, llamas (traídas aquí como objeto decorativo), golondrinas y una vizcacha (parecida a un conejo)... ¿qué nos encontramos? ¡Un equipo de grabación de Bollywood!

Los protagonistas:
Ella -mujer india, aunque impensable por su palidez- luce un vestido dorado y la cabeza adornada por plumas.

Él -en este caso exageradamente maquillado para simular bronceado- lleva el pelo cardado y repasa a menudo su aspecto en un espejo de mano.

Entre repetición de escena (chica se acerca a chico con unos pases de baile y roza su cara), y repetición de escena (chica se vuelve a acercar a chico con los mismos pases de baile y roza su cara), otros hindús -estos sí sin necesidad de maquillaje u otros artefactos para revelar su procedencia- se apresuran a protegerlos del sol sosteniendo por ellos un paraguas. Los encargados de transportar el material de un lugar a otro, en cambio, son peruanos.

"Nosotros no salimos delante de las cámaras, son ellos principalmente", nos aclara uno de ellos. El despliegue de medios bollywoodienses en este escenario es asombroso (¿quién podría esperar encontrarse con esto?), diría más, es glorioso, porque hasta el lenguaje se magnifica en Machu Picchu. Así que, después de cerrar la boca (del asombro), nos disponemos a irnos detrás de un grupo de franceses y su guía. En ese momento una voz nos llama desde arriba: "¡Disfruten del paseo! ¡Y tomen mucha energía!" Es el mismo trabajador, autóctono, que hace un momento nos daba detalles sobre el film.

-¡Gracias!, gritamos.
Después de haber estado aquí me parece saber de lo que habla.

[*así la llamó su descubridor anglosajón, aunque ya la habían encontrado algunos pastores antes]

lunes, 15 de septiembre de 2008

El altiplano andino


Si hay algo que no falta en Perú son candidatos a la alcaldía. Sin ir más lejos, en las últimas elecciones se presentaron 17 para Amantaní. Sus habitantes lo resumen bien: "en estos casos, gana el que más familia tiene".

En el trayecto entre Puno y Cuzco leemos el nombre de muchos más: Dr. Alfredo, Ever y Morao, licenciada Liliana Bustamante, Isidoro… Están escritos en las paredes de las casas, algunos recientes, otros pendientes de borrar si no lo hace antes el tiempo.


Son casas de adobe con tejados que van de la uralita a la teja, a la pura paja. Y podemos ver a gran parte de sus habitantes fuera de ellas, en los campos, que, en cuanto hay agua, se tiñen de verde, cultivos y animales que tiran de arados, y cuando esta se aleja, se rinden al amarillo, pero sin perder a los animales -unos más gastronómicamente afortunados que otros- pero comunes a todo el trayecto. Ganan por mayoría vacas, alpacas y ovejas, también en este caso por tener más familia aquí.

La llanura permite que la bicicleta sea un medio de transporte viable para los pastores, pero no todos la utilizan. Entre ellos podemos reconocer a mujeres con bombín sin encajar y faldas abultadas y a elegantes hombres curtidos por el sol, a pesar del sombrero, que los jóvenes han cambiado por viseras y camisetas de algún equipo de fútbol.

Sí, el futbol también tiene su espacio aquí, los habitantes del altiplano son capaces de jugar a 3.000 m. de alt. sin marearse. Hay campos que cuentan únicamente con 2 porterías sin red, pero también hay estadios, de puro hormigón, sin más ornamento y más bien pequeños, pero estadios a fin de cuentas. ¡Y ahí está la primera piscina de Perú!, al aire libre, con las montañas de fondo y el agua terrosa. Y un campo de voley, con niñas jugando, tal vez para emular los difundidos éxitos de la selección femenina del país... Nos damos por bienvenidos al mundo rural. Eso sí, en todo el camino sólo hemos visto un tractor.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Visita familiar en Amantaní



Más allá de las islas flotantes, a unas tres horas, se encuentran Taquile y Amantaní (en este caso islas no creadas por el humano). Hay miles de voluntarios para organizarte una visita allí, pero si uno consigue esquivarlos en el puerto y dirigirse directamente al capitán pagará menos y, paradójicamente, los habitantes de los lugares que visite recibirán más.
La mayoría de viajeros suelen acercarse desde la ciudad de Puno hasta las Uros para llegar posteriormente a Taquile, pero si se está dispuesto a pasar una noche en familia, una buena opción es quedarse a dormir en la más lejana de las dos islas: Amantaní.
Al llegar el capitán distribuye a los visitantes entre las representantes de cada familia (en su mayoría mujeres vestidas con faldas de colores fucsia, rojo y naranja, y un panuelo negro con bordados en la cabeza). El 80% de las casas acogen a turistas de forma rotatoria para repartir el beneficio. Pero su forma de vida no se limita al hospedaje, son agricultores y ganaderos, hay ovejas, gallinas y burros, aunque prácticamente nunca se come carne. Y no, "no hay perros, porque no hay maleantes". El mensaje nos llega a través de varios interlocutores: "aquí todo es paz". Una paz tal vez contagiada por lo que podría ser un mar en calma, increíblemente azul y frío (unos 9º, a más de 3.800 metros de alt.), el Titicaca.
Nosotros vamos a parar a casa de Olga, hermana de Simón, el capitán del barco que nos ha traído hasta aquí. Nos da de comer sopas vegetales deliciosas acompañadas con papas, oca (una especie de patata alargada y más dulce) o arroz con zanahoria. Conocemos a sus dos hijos, Persi y Doris, de 12 y 16. A él le ayudamos con las sumas a la luz de una vela*, a ella no podemos ayudarla con los vectores.
Doris estudia matemáticas con un libro en castellano, un idioma que no domina, y eso suele dificultar las cosas. En casa, en (casi) todas las casas de Amantaní se habla quechua, aunque estudian inglés y castellano en la escuela. Allí les prestan también los libros, que en el caso del de matemáticas (un Santillana) va adobado con la fotografía del Presidente, Alan García, en el interior de la portada, tal vez para que no olviden quién se los dejó.
Nos pasamos la tarde hablando con Mario, el señor que hospeda a dos compañeros limeños de viaje. Nos explica que en la isla hay 10 comunidades vecinas, que estaban preparados para luchar contra Sendero Luminoso si alguna vez llegaban hasta allí, que aquellos tiempos fueron muy malos y que nadie quería venir. Nos narra también la que para él es la historia resumida de su pueblo: llegaron 4 que querían explotar las tierras y decidieron explotar también a alguna gente para ello. Los trajeron aquí, abusaban de ellos "y como no sabían leer ni escribir tampoco podían defenderse. Pero poco a poco algunos se fueron formando en las ciudades, el pueblo se reveló y los balearon. Todavía recuerdo a alguno de ellos caminando cojo". Los que quedaron se quedaron con la tierra y, también aquí, aún hoy siguen haciéndole ofrendas, no sólo a la Pachamama, sino también al Pachatata (Padre Tierra), que a su vez dan nombre a los dos cerros más populares de la isla.
La ausencia de luz artificial favorece el madrugón. Un nuevo descubrimiento: irse a la cama a las 9 permite despertarse fresco a las 6 de la mañana. Nos lavamos la cara en el lago y vamos al mercado local, que tiene lugar cada lunes y jueves. En realidad se trata de una serie de mantas cubiertas por productos de alimentación, higiene, vestuario, construcción... Sí, también hay ladrillos, y los vecinos se los llevan en sus telas, a la espalda, hasta el lugar donde se está levantando la última casa. La hacen entre muchos que han dedicido aplicar el hoy por ti mañana por mí al mercado inmobiliario. Olga está vendiendo jugos.
Llega la hora de irse y, para culminar la oferta culinaria, nos despiden con un panqueque tomado a toda prisa porque están preocupados de que no lleguemos a coger el barco de regreso (para que luego digan que el peruano no es puntual), por eso y porque Doris todavía no ha salido hacia el colegio y faltan 10 minutos para que empiecen las clases. Tal vez hoy le expliquen lo que es un seno y un coseno, tal vez mañana lo entienda y en unos años sea enfermera en Perú, que es lo que todos en casa dicen que quiere ser.
[*También Mario nos explica que "Fujimori trajo la electricidad" pero que encender la luz dos horas al día es demasiado caro, puesto que funciona con un generador y éste a su vez con "petróleo", así que no la utilizan. El que puede, "los que tienen plata, se instalan placas solares" y los que no, a dos velas.]



Las Uros

En el lago Titicaca, unos hombres decidieron construir su propia tierra. Una tierra hecha a medida y a salvo de agresiones externas. Serían islas, flotantes.

Las haremos con juncos de totora, y las piezas terrosas que conformen sus cimientos se unirán a través de las raíces. La ataremos a unas cuerdas y, al final de las cuerdas, pondremos piedras para evitar que el viento y las olas se las lleven a Bolivia. El suelo será blandito, y los niños podrán jugar, dar volteretas y caerse sin miedo. Cada cierto tiempo lo renovaremos.

Para desplazarnos de un lugar a otro fabricaremos barcas, de un aspecto fantástico, como todo lo demás. Y cuando pasen cientos de años la humanidad sabrá reconocer nuestra hazaña. Llegarán hombres de todas partes a visitarnos. Les acogeremos, les explicaremos cómo lo hicimos, ¿por qué no? Pero habrá que estar preparados para ser nosotros los que les cambiamos a ellos por completo, y no al revés.

[Cuando los medios tecnológicos lo permitan, intentaremos que algunas fotografías ilustren la historia. Lo que no revelarán es cómo acabó, pues no estamos del todo capacitados para asegurarlo]





jueves, 11 de septiembre de 2008

El primer pie en Perú

En el mercado de Arequipa se venden tomates, sombreros de paja y fetos de llama. Hemos llegado a Perú. Y todo son preguntas.

-¿Para qué los utilizan?
La misma mujer que hace un momento nos ofrecía hojas de coca nos explica que estos fetos disecados se compran para realizar el pago a la Pachamama, una especie de ofrenda a la Madre Tierra para que provea bienestar. En realidad, es sólo una parte del pack, que incluye otros productos a nuestra disposición en la misma parada, sólo que menos impactantes.

- ¿De dónde viene esa tradición?
En el museo de Arequipa que alberga a la momia Juanita, una guía -que desconocía la oferta de fetos de su propia ciudad-, nos explica que los Incas ya hacían entrega de llamas a la Pachamama y nos invita a pensar que ambas prácticas están relacionadas. Aunque ellos, además de llamas, ofrecían niños, por ejemplo, como medida de antierupción volcánica. De hecho, Juanita (que debe su precioso nombre al de su descubridor, John) fue una de esas niñas, de familia noble y escogida entre algunos otros para subir a lo alto de las montañas (más de 5.000 metros), ser entregada y pasar a convertirse en diosa en la próxima vida, la que vendría después del golpe en la cabeza recibido bajo los efectos de la chicha en un estómago que no había ingerido nada en las últimas ocho horas.

Resulta difícil de creer que se puedan conseguir tantos detalles a más de 500 años de distancia, de hecho el pensamiento de que algún narrador adornó el relato cruza a menudo por mi descreída mente, pero, aún así, no deja de fascinarme. Y, con el impulso de una náusea, otra pregunta: ¿existe la crueldad sin intención? Probablemente.

Pero hay otra revelación en todo esto, la historia que yo creía remota, la de una civilización perdida con la ayuda de otras crueldades (digamos que cargadas de intenciones adjuntas), no lo es tanto. En las montañas, en múltiples comunidades ha pervivido y evolucionado parte de esa cultura. Los que recibieron el legado siguen vistiendo telas de múltiples y electrizantes colores, la Tierra sigue siendo Madre y el cordón umbilical de sus hijos se sigue conservando para ser hervido, y con el agua, darles de beber para acelerar su curación cuando están enfermos. Eso sí, ahora la abundancia cromática y las cenefas no están restringidas a la nobleza, las llevan en las ciudades mujeres más bien ancianas, y, en algunas islas, como Amantaní (en el lago Titicaca), todas las mujeres. Ya sea para transportar ovillos de lana, ladrillos o bebés sonrientes, tratados, en todo lo que vemos, con mimo. Sí, este Perú existe y deslumbra.